viernes, 25 de marzo de 2016

Arcoiris Uno




Og fue el primer hombre en ver un arcoiris. Por supuesto, "Og" no era su nombre y nadie, nunca, lo había llamado así. La gente de su clan no hablaba realmente. Más bien se entendían por señas, con algunos gruñidos y gritos, pero sobre todo por señas. Y no manejaban conceptos como uno mismo y otros
Pero Og sí era capaz de hacerlo: en sus rudimentarios pensamientos, cuando se refería a sí mismo, de alguna manera era Og
Para referirse a cualquier otro, para todos los otros, Og utilizaba un universal, indistinto y casi despectivo "Tú".

Se había guarecido de la lluvia en una gruta convenientemente elevada, y se había quedado dormido mientras esperaba a que dejara de llover. No era extraño que se durmiera varias veces durante el día, en cuanto disminuía un poco su actividad o cuando no percibía peligro inminente, o simplemente cuando se aburría. De manera que en cuanto entró al refugio y se acostó, arrullado por el rumor de la lluvia de verano, se había quedado dormido casi de inmediato. 

Ahora, luego de una arremetida final, la lluvia se había detenido casi por completo, y era el silencio lo que había despertado inmediatamente a Og. Se puso en cuclillas dentro de la cueva y escuchó atentamente: confiaba tanto en su finísimo oído como en su vista, y cuando oyó los primeros sonidos de los pájaros, salió de la gruta.

Todavía caían algunas gotas mientras Og descendía de la cueva, encorvado y atento a cuanto lo rodeaba, observando sobre todo dónde ponía sus pies y el entorno inmediato, y escuchando: mientras los pájaros continuaran cantando y moviéndose, no había nada que temer.

La vegetación era frondosa y le impedía ver el cielo. A unos treinta metros de la cueva, un claro se abría en la jungla, y en cuanto llegó hasta ahí, Og levantó instintivamente la mirada.

Lo que vio no captó inmediatamente su atención, o más bien fue demasiado para que su cerebro lo procesara: a una altura inconcebible, describiendo un inconcebible arco que abarcaba la mayor parte del cielo, un inconcebible arcoiris colgaba entre las nubes que se apartaban poco a poco. Og lo miró y volvió a mirar dónde ponía un pie; rápidamente volvió a mirar hacia arriba y volvió a mirarse el otro pie; y por tercera vez repitió el gesto. 

Dio siete pasos y siete veces miró el arcoiris, antes de quedarse absolutamente quieto, el pie levantado para un octavo paso que nunca dio, porque en su lugar dio un salto hacia atrás y se petrificó mirando hacia arriba. Comenzó a gemir involuntariamente, haciendo muecas mientras un visible temblor le recorría todo el el cuerpo. Empezó a golpearse la cabeza y a arrancarse algunos pelos, mientras daba grandes pasos en círculos.
Todo su instinto lo urgía a huir y esconderse, pero Og no podía obedecerlo: quería seguir mirando.

Gradualmente, el terror fue cediendo, y en su lugar una especie de euforia se fue apoderando de él. Eso, y un sentimiento absolutamente nuevo: Og tenía ganas de compartir la visión, fervientemente deseaba que hubiera cualquier otro (cualquier ) para mirar juntos el desconocido espectáculo que ocurría en el cielo.

Entonces la vio: a escasos veinte metros, encaramada a una gran roca, una hembra joven observaba en cuclillas el arcoiris, con la boca abierta y la expresión fascinada. A diferencia de Og, la hembra no se movía ni emitía sonido alguno. Tampoco parecía nerviosa. Sólo parecía extasiada, admirando el increíble despliegue de colores sobre el cielo africano. Y la boca dibujaba un rictus desconocido para Og, una curvatura hacia arriba de las comisuras, algo que a Og le provocó un cálido estremecimiento en la zona del vientre.

Y algo más: antes de poder evitarlo elaboró un pensamiento para convocar a la otra, sólo que la expresión para denominar a la criatura no era la conocida e insípida Tú. Por algún motivo lo que surgió fue:

- MMM...- gritó Og avanzando hacia la hembra. La mujer lo miró y, sin dejar de sonreír, levantó el brazo señalándole el arcoiris y habló algo incomprensible para Og. Habló durante un minuto sin parar, algo que Og no había experimentado nunca (ni nadie en la incipiente historia de la Humanidad): fue el monólogo más largo concebido hasta ese momento por la recién aparecida raza humana. 

Og bajó y subió reiteradas veces la cabeza, muchas veces, porque le pareció apropiado, porque quería decirle que estaba de acuerdo y que siempre estaría de acuerdo con lo que ella dijera,  y porque la hembra comenzaba a acercarse y Og ya no percibía sus propios movimientos.

La lluvia finalizó por completo, y el arcoiris alcanzó su máxima definición y lentamente comenzó a esfumarse. Se hacía más y más irreal. 
La mujer aún hablaba mientras lo observaba desvanecerse, pero Og ya había dejado de mirarlo, y sus manos recorrían los pechos de MMM. 
Antes de que el fenómeno desapareciera por completo, la joven tomó una mano de Og y lo miró dulcemente. 

Es seguro que copularon, aunque es probable que también hayan hecho el amor.