domingo, 27 de agosto de 2017

Cap. 6: Un color muy tenue




Y en el medio de todo el caos, de todas las incertidumbres y los miedos, pasó lo que tenía que pasar. Algo que se venía madurando casi desde la infancia de los dos, impedido primero por una hermana mayor con preferencia de elección, y luego por los hecho aberrantes que se sucedieron; sumémosle la proverbial timidez e introspección de Lucius Hunt, y con eso tenemos más que suficiente para que el asunto pudiera quedar sepultado, abandonado, quizás para siempre. Pero no: al final pasó lo que tenía que pasar.

Tres días antes del que pretendía salir de la Aldea para atravesar el bosque con o sin autorización del Consejo, Lucius se sintió impelido a vigilar la casa de Ivy durante la madrugada. Se ubicó en el porche, justo delante de una de las ventanas. Era una noche fría, de niebla cerrada, y la luna apenas iluminaba desde un rincón difuso, dándole a toda la escena una iluminación  irreal. Propicia para que pasen cosas extraordinarias. Al poco rato, escuchó crujir suavemente las tablas del piso y abrirse la puerta en un susurro. Ivy estaba afuera, y la luz de esa noche la hacía aún más hermosa si fuera posible. Parte de la cara quedaba a oscuras, pero los bucles rojizos refulgían. Tenía una expresión de seriedad en la cara, desmentida por la semisonrisa con que caminó hasta donde se hallaba Lucius. Se sentó a su lado, e inmediatamente comenzó a hablar en voz muy baja, sin siquiera saludar.

-     -  Lucius. ¿Quieres saber cómo supe que eras tú? – no esperó ninguna respuesta - Porque algunos despiden un color muy tenue, que puedo percibir. Mi padre también lo tiene, pero es otro color. No voy a decirte cuál es el tuyo. Es inútil que insistas…Es impertinente que preguntes y no dejes hablar a la gente.

Aguardó un momento, y cómo Lucius continuaba callado, la sonrisa de Ivy aumentó. Pero siguió hablando, fingiendo una seriedad que escondía su alegría por encontrar a Lucius en su porche.

-      - Claro que sí, tonto: estaba durmiendo. ¿Es que no puedes preguntar nada coherente?  Pero escuché ruidos y estaba casi segura de que era tu forma de moverte. Cuando vi tu color lo confirmé: deja de preguntar, no voy a decirte cuál es…

Al cabo de un momento agregó:
-      ¿Y qué haces a esta hora en mi porche, Lucius Hunt?

Lucius esperó un segundo para comprobar  si Ivy realmente iba a escuchar su respuesta, o iba a seguir hablando sin parar. Como Ivy aguardaba expectante, tomó aire y dijo en voz muy baja y lenta, en contraposición al torbellino de Ivy:
-      
- Estoy en tu casa, Ivy Walker, porque están pasando cosas extrañas y malignas, y no podía dormir pensando que estabas en peligro.
A pesar suyo, Ivy se ruborizó y debió bajar la cara. Dijo en un susurro de súbita timidez:

-      Hay muchos porches que proteger – Ahora lo miró a la cara, adonde sabía que estaban los ojos de él, y volvió a su manera desinhibida y a su tono de voz - ¿Te importo, Lucius Hunt? ¿Mucho? ¿Pero no puedes decirlo sencillamente, como yo? Porque tú sí me importas y desde hace mucho, ¿sabes? Y me gustas… mucho también… Hay algo…un recuerdo:  cuando éramos niños solías tomarme de la mano, hasta que un día dejaste de hacerlo: a veces uno no hace justamente lo que quiere hacer, para que nadie se de cuenta de sus sentimientos. Una vez fingí tropezar delante tuyo,  y me dejaste caer. Así de terco y cerrado eres. Yo no tengo problemas en decir casi todo lo que siento, y a veces importuno a la gente, pero tú eres diferente, casi no hablas y luego, una noche, estás en mi porche, cuidándome…

Noah Percy, el joven desequilibrado, el amigo especial de Ivy, despertó de pronto. Escuchó un momento sin moverse, y comprobó que nada extraño sucedía. Sin embargo, se sentía intranquilo. Algo no iba bien en la Aldea. Esperó a oír la campana del vigía advirtiendo sobre una irrupción de los Innombrables, pero al cabo de diez minutos de absoluta calma, de durmió nuevamente.

-      Por otro lado – siguió Ivy, incapaz de callarse – si no decimos las cosas los demás no se enteran. Creo que eres muy valiente al haberte ofrecido para cruzar el Bosque. Y sé que lo harás aunque el consejo no lo apruebe. ¿Por eso estás aquí, Lucius? ¿Es tu forma de despedirte? Si estás de acuerdo cuando regreses nos casaremos. ¿Bailarás el día de nuestra boda, Lucius Hunt?

A pesar de la catarata de noticias y preguntas inconexas, esta vez Lucius contestó enseguida, y fue más allá de una respuesta, casi como una catarsis:

-      Todos me están pidiendo siempre que hable, que diga lo que pienso. ¿Qué ganaría con eso? ¿Por qué no me dejas guiar cuando quiero hacerlo? ¿Por qué no dejas que hable cuando pueda, simplemente?  ¿Qué ganaría contándote que pienso en ti desde que me despierto, que a veces me cuesta hacer mi trabajo por estar pensando en ti? ¿Cambiaría algo si dijera que estoy en tu casa, vigilando, porque lo único que me atemoriza es que te pase algo a ti, Ivy Walker?  Puedo soportar casi todo el resto, pero si te ocurriera algo creo que me…aniquilaría.

Ivy escuchaba en silencio, los hermosos ojos azules muy abiertos. Casi no podía creer lo que escuchaba y el corazón le latía con fuerza. ¿Realmente Lucius Hunt estaba dando semejante discurso? ¿Dijo que pensaba en ella desde que se despertaba? Hizo un gesto de cerrar fuertemente la boca, para evitar interrumpirlo.

-      Recuerdo – dijo Lucius - cuando podía tomarte de la mano y recuerdo cuando no pude tocarte más. Me dolía tenerte cerca y no poder… no poder…  Lamento haber tenido que rechazar a tu hermana, estuve a punto de aceptarla por gentileza, por cariño, por timidez…. Porque creí que nunca podría decirte que te amo, Ivy Walker… Y porque es cierto que en tres días cruzaré el bosque y tal vez no regrese nunca.

Lucius. Ahora Noah estaba seguro de que el problema era Lucius Hunt. Algo tramaba. No confiaba en Lucius, aunque había perdido el recuerdo de por qué, de algo qué pasó entre ellos cuando eran chicos, algo que lastimó a Noah. Pero no confiaba en Lucius y Lucius estaba tramando algo que lo lastimaría nuevamente. Se paseó nervioso por la habitación.

Extrañamente, la locuaz Ivy Walker había perdido el habla. Lucius Hunt la amaba y había sido capaz de decirlo. Ivy podía jurar que nunca se había sentido así, si fuera capaz de describir cómo se sentía: era como flotar en una nube de dicha y al mismo tiempo no poder moverse del lugar. Era como ser testigo de algo muy frágil, como un sueño, y preguntarse si en realidad no lo sería. Y era el temor de despertar del sueño lo que la mantenía callada e inmóvil, hermosa como nunca, sonriente sin darse cuenta, temblando sin notarlo.

Lucius dijo, a modo de conclusión:

-      Y sí, bailaré el día de nuestra boda, Ivy Walker.

El cielo se oscureció de pronto, pero ambos sabían que nunca estaba más oscuro que antes de amanecer. Lucius la tomó delicadamente de la cara, sin hacer ningún esfuerzo por acercarla a él. A Ivy le pareció que el tiempo se detenía. Ahora podía sentir también el corazón de él: palpitaba en su mano. Estuvieron así un rato, como si el tiempo se hubiera detenido, hasta que muy lentamente sus cabezas se acercaron y sus labios se encontraron. Fue un beso muy dulce y largo, tanto, que cuando se separaron un insidioso rayo de sol ya intentaba obcecadamente abrirse paso a través de la niebla.

Al día siguiente, por la tarde, antes de la hora en que debían comparecer ante el Consejo, lo primero que hizo Ivy fue contárselo a Kitty, su hermana mayor rechazada por Lucuis. Y no sólo contarle sino asegurarle que sin la bendición de su hermana, no aceptaría a Lucius por mucho que sufriera; que un amor no debe alimentarse del dolor de otro amor, y ella amaba a su hermana. Pero Kitty no sólo le dio su bendición sino que le deseó que fuera tan feliz como ella era ahora, que finalmente se había casado con Finton Coin. Ambas lloraron de alegría, mientras en el Consejo se llevaba a cabo el interrogatorio para ver si alguien, cualquiera, podía aportar datos que aclararan los sucesos de los últimos tiempos. Ivy y Kitty también debían comparecer ese día, e inexplicablemente el rumor de su romance con Lucius ya circulaba, velozmente. Tal vez fuera la simple intuición de la gente; tal vez un desvelado los había visto en el porche. Tal vez al ver salir a Ivy de su casa, su cara lo decía todo.

Ivy no podía verlo, pero Kitty se lo comentó:

-      Te miran como si en lugar de ir a declarar al Consejo fueras a la Iglesia a casarte. ¿Dices que soy la primera en enterarme? Pues te aseguro, hermanita, que por la forma en que te sonríen los que pasan ya toda la Aldea está al tanto. Y se alegran por ustedes.

A Ivy se le llenaron los ojos de lágrimas, mientras caminaba muy lentamente del brazo de Kitty. De repente el interrogatorio, los animales desollados, los Innombrables…todo parecía lejano y sólo la dicha la hacía erguirse como si un viento cálido la llenara y hasta amenazara con hacerla salir volando.

Regresa pronto, Lucius…No puedo evitar que te vayas, que cumplas tu Destino, pero vuelve rápido a mí. Ya no sé… no sé cómo estar sin ti…

La señora Talbot, la que engullía su mejor chocolate a solas, por las noches, se les acercó con un paquete:

-      Niñas, les traigo un chocolate que guardo para ocasiones especiales. No es que ésta sea una ocasión especial – miró interrogativa y alternativamente a Kitty y a Ivy. Ambas sonreían, pero no dijeron nada -, digo, nunca se sabe cuándo un día se convertirá en una ocasión especial. Pero quiero que lo prueben hoy y me digan lo que opinan, ¿vale?
-      Lo haremos, Marie – dijo Ivy con una gran sonrisa – y seguramente tu chocolate convertirá el día en especial. ¡Gracias!

Las hermanas siguieron caminando muy lentamente, y Marie Talbot sonrió porque el rumor era absolutamente cierto: Ivy refulgía de alegría.

En ese momento, Noah Percy encontró la puerta del taller de Lucius abierta y entró decididamente. Lucius advirtió el nerviosismo de Noah y supo inmediatamente de qué se trataba: Noah se había enterado de su romance con Ivy. Cometió el error de darle la espalda un segundo y cuando giró, para hablarle como a un hermano menor, sintió el ardor en el estómago del gran puñal que Noah había hundido hasta el mango.


Cayó, y Noah volvió a apuñalarlo a la altura del pecho.



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