domingo, 20 de agosto de 2017

Cap.5: Más allá de los Postes Amarillos




-      Yo lo inspeccioné: tenía la cabeza vuelta hacia atrás y le habían quitado mucho pelaje – dijo la niña rubia de la primera fila.
-      Ahá…

El maestro Edward Walker había hecho entrar a los niños que encontraron el perro desollado, pero era imposible continuar con una clase normal. La aprovecharía, entonces, para conocer los sentimientos de los niños, y para ver hasta qué punto tenían presentes las enseñanzas.

-      Lo asesinaron – dijo un niño de las últimas filas.
-      Concuerdo con eso – dijo el maestro – Pero… ¿quién es el culpable, quién cometió esta atrocidad?
-      Los Innombrables lo mataron – dijo la niña de la primera fila.
-      ¿Por qué piensas eso? – dijo Walker señalándola con el índice, alentándola.
-      Ellos comen carne – dijo otro niño desde atrás. De a poco se iban animando a hablar todos, y todos parecían coincidir en que el ataque había sido hecho por las Criaturas del Bosque.
-      Y tienen garras enormes… - completó con timidez un niño del otro lado del aula.

Conque la idea había sido expuesta y la mayoría reaccionaba de acuerdo a las lecciones aprendidas. Walker, satisfecho, pensó que era un buen momento para recordar las enseñanzas completas, a fin de quitarles un poco (sólo un poco) del miedo que ahora sentían.

-      Niños… - dijo calmadamente Walker, como eligiendo las palabras. – Hace mucho que existe un Pacto entre nosotros, la gente de la Aldea, y Los Innombrables, que son las criaturas que habitan (y a las que les pertenece) todo el enorme bosque que rodea la Aldea. Todo Covington es suyo por derechos ancestrales.

Hizo una pausa y un amplio gesto con los brazos formando un enorme círculo,  para que los alumnos tomaran cabal idea del bosque, que rodeaba la Aldea como en un abrazo sensual, primitivo, total, pero que no carecía de un  Orden, y el Orden establecía que los más débiles en aquel abrazo eran los humanos de la Aldea.

-      Ese pacto continúa vigente: nosotros no invadimos su territorio y ellos no bajan al valle. Nosotros no hemos roto el Pacto, así que… ¿por qué se mostrarían agresivos, sin haberlos provocados? Seguramente hallaremos otra explicación a la muerte y tortura del animalito…

Y con eso y poco más, Edward Walker terminó la clase por aquel día. Sin embargo, a pesar de haber verificado que las enseñanzas seguían vigentes (muy vigentes, a juzgar por el terror de algunos niños) había algo que lo inquietaba profundamente en el asunto del animal muerto, desollado y expuesto donde todos pudieran verlo.

… ¿Quién lo hizo…?

Pensativo, se dirigió al salón donde tendría lugar la reunión del Consejo de Mayores.

Los Viejos discutían sin mayor preocupación asuntos menores: en ese momento se votaba el “Vuelo de los pájaros”, una Festival de danza para los más pequeños. Walker se hallada distraído, sumido en sus propios pensamientos, cuando la voz del edecán lo sacó de su abstracción:

-      Un joven solicita Audiencia con los Mayores.

No era un pedido totalmente inusual, pero era algo extraño y a Walker le corrió un escalofrío de anticipación. Presidía en ese momento August Nicholson, que simplemente dijo:

-      Que comparezca.

Y entonces entró Lucius Hunt, tímidamente, con unos papeles arrugados en las manos y para sorpresa total de su madre, Alice Hunt.
Lucius leyó todos los papeles con su pedido cabal, torpemente pero sin interrupción, y terminó con un inocente y lapidario “Fin”.

Todo el Consejo lo observaba en silencio, hasta que Nicholson, apelando a su sangre fría lo despidió diciendo con voz neutral:

-      Gracias, Lucius. Tu petición será evaluada por el Consejo y se te  informará lo decido dentro de dos días. Puedes retirarte.

Lucius dio humildemente las gracias y salió del salón. Las puertas crujieron espantosamente al cerrarse, sobre todo por el silencio mortal que reinaba en el enorme salón. Podría decirse que algunos, como Alice Hunt, estaban conteniendo la respiración.

El debate que siguió tuvo todas las aristas posibles: desde la oposición más férrea (sobre todo de su madre), hasta el planteo (largamente postergado) de modificar algunos de los conceptos primitivos, pasando por la postura a favor del miembro más joven y el silencio absoluto de Edward Walker.
Al cabo de varios minutos de acalorada discusión, Nicholson le preguntó qué opinaba.
Pensativo, como si estuviera viendo un futuro más allá de la situación actual y sus implicancias, Edward Walker dijo secamente:

-      Hicimos un juramento al venir, y entiendo que sigue vigente. Mi opinión es que el juramento debe respetarse. Nadie saldrá de la Aldea. Jamás. Lucius Hunt dice que lo afectan la muerte de tu hijo, y que tal vez haya  medicinas que podrían haberlo salvado, o devolverle la calma a Noah Percy, y que tal vez consiga otras cosas que nos pongan al tanto de lo que pasa con el mundo exterior. El mundo exterior fue lo nos hizo refugiarnos aquí,  espantados, y hemos mantenido la Aldea apartada con mucho esfuerzo y sacrificio. Y además, ¿podemos descartar las bestias del bosque?  ¿Realmente podemos? ¿Quién desolló el perro y lo instaló, lo colocó específicamente, en la entrada de la escuela? ¿Realmente sabemos qué pasa tras los límites de los Postes Amarillos? ¿Sabemos que nada va a atacar a Lucius y a desollarlo?

Alice Hunt se puso de pie. La voz y el cuerpo le temblaban ostensiblemente:

-      Nadie saldrá de la Aldea. Mucho menos Lucius Hunt. Aunque tenga que atarlo a su cama.

Al día siguiente, otro animal apareció en el lugar de las hamacas, desollado, semicubierto de insectos y con el cuello completamente dado vuelta. Tres vértebras habían perforado la piel y aparecían en toda su espantosa postura antinatural.


Lucius Hunt  comenzó a prepararse para cruzar los Postes Amarillos que señalaban el comienzo del Bosque, al margen de la decisión que tomara el Consejo.


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